En poco tiempo, la mayoría de la cafetería estaba vacía. Miré alrededor para ver a Valentin y Rosario todavía dando vueltas, hablando con su amiga.
Ella tenía el pelo largo y ondulado, y su piel seguía bronceada de las vacaciones de verano. Sus pechos no eran lo más grandes que he visto, pero sus ojos… eran de un extraño color gris. De alguna manera familiar. No había manera de que la hubiera visto antes, pero había algo en su rostro que me recordaba a algo.
Y no estaba seguro de qué era.
Me levanté y caminé hacia ella. Tenía el cabello de una estrella porno, y el rostro de un ángel. Sus ojos eran de forma almendrada y singularmente hermosos.
Fue entonces cuando lo vi: detrás de la belleza y la falsa inocencia había algo más, algo frío y calculador. Incluso cuando sonrió, pude ver el pecado tan profundamente incrustado en ella que ningún cárdigan podría ocultarlo. Aquellos ojos flotaban por encima de su pequeña nariz, y sus suaves rasgos. Para cualquier otro, sería pura e ingenua, pero esta chica ocultaba algo. Lo sabía sólo porque yo había vivido el mismo pecado toda mi vida. La diferencia era que ella lo mantenía muy dentro, y yo dejaba que el mío saliera de su jaula con regularidad.
Observé a Valentin hasta que lo sintió. Cuando miró en mi dirección, di un cabezazo en dirección a Paloma.
¿Quién es esa? gesticulé con la boca.
Valentin sólo respondió frunciendo el ceño confundido.
Ella, volví a gesticular en silencio.
La boca de Valentin se curvó en la molesta sonrisa de imbécil que siempre tenía cuando estaba a punto de hacer algo para molestarme.
—¿Qué? —preguntó, un poco más fuerte de lo necesario.
Pude darme cuenta que la chica sabía que hablábamos de ella, porque mantuvo la cabeza gacha, fingiendo no escuchar.
Luego de pasar sesenta segundos en la presencia de Paula Chaves,percibí dos cosas: no hablaba mucho, y cuando lo hacía era algo así como una perra. Pero no estaba seguro... como que me gustaba eso de ella. Levantaba una fachada para mantener alejados a los imbéciles como yo, pero eso hacía que, incluso, me llamara más la atención.
Rodó sus ojos hacia mí por tercera o cuarta vez. La estaba molestando, y yo encontraba eso bastante divertido. Las chicas generalmente no me trataban con odio íntegro, aún cuando les enseñaba la puerta. Cuando mis mejores sonrisas no funcionaron, lo llevé a otro nivel.
—¿Tienes un tic?
—¿Un qué? —preguntó.
—Un tic. Tus ojos no dejan de moverse. —Si pudiera haberme matado con su mirada, me habría desangrado en el suelo. No pude evitar reírme. Era una listilla y grosera como el infierno. Me gustaba más a cada segundo. Me incliné más cerca de su rostro—. De hecho, esos son unos ojos increíbles. ¿Qué color son? ¿Grises?
Inmediatamente agachó la cabeza, dejando que su cabello cubriera su rostro.
Punto para mí. La hice sentir incómoda, y eso significaba que estaba llegando a alguna parte.
Rosario saltó inmediatamente, advirtiéndome que me alejara. No podía culparla. Había visto la interminable fila de chicas que entraban y salían del departamento. No quería molestar a Rosario, pero no parecía enojada. Más bien
como divertida.
—Tú no eres su tipo —dijo Rosario.
Mi boca cayó abierta, metiéndome en su juego.
—¡Soy el tipo de todas!
Paloma se asomó para mirarme y sonrió. Una sensación cálida —probablemente fue sólo el loco impulso de arrojar a esta chica a mi sofá— pasó sobre mí. Ella era diferente, y eso era refrescante.
—¡Ah! Una sonrisa —dije. El llamarla simplemente una sonrisa, como si no fuera la cosa más hermosa que jamás hubiera visto, se sentía mal, pero no iba a joder mi juego cuando por fin conseguía algo—. No soy un podrido bastardo después de todo. Fue un placer conocerte, Paloma.
Me levanté, di la vuelta a la mesa, y me incliné en la oreja de Rosario—:Ayúdame aquí, ¿quieres? Me comportaré, lo juro.
Una patata frita saltó hacia mi cara.
—¡Quita los labios de la oreja de mi chica,Pepe! —dijo Valentin. Retrocedí, levantando las manos para resaltar la expresión más inocente que podía lograr en mi rostro.
—¡Me retiro! ¡Me retiro! —Caminé atrás unos pasos hacia la puerta, notando un pequeño grupo de chicas. Abrí la puerta, y se acumularon a mí alrededor como una manada de búfalos acuáticos antes de que pudiera salir. Había pasado un largo tiempo desde la última vez que tuve un desafío. Lo extraño era que, no iba a intentar joderla a ella. Me molestaba que pensara que yo era un pedazo de mierda,pero me molestaba aún más el hecho de que me importaba. De cualquier manera, por primera vez en un largo tiempo, alguien era impredecible. Paloma era totalmente lo contrario a las chicas que había conocido aquí, y tenía que saber por qué.
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