viernes, 18 de abril de 2014

CAPITULO 68





Me acurruqué junto a Pedro para entrar en calor mientras íbamos del coche a la casa de Sigma Tau. El ambiente estaba cargado de humo, y hacía calor. La música atronaba en el sótano, y Pedro movió la cabeza siguiendo el ritmo. 

Todo el mundo pareció darse la vuelta a la vez. No estaba segura de si nos miraban porque Pedro estaba en una fiesta de citas, porque llevaba pantalones de vestir o por mi
vestido, pero todos nos miraban.

Rosario se acercó y me susurró al oído:

—Estoy tan contenta de que estés aquí, Pau… Me siento como si acabara de entrar en una película de Molly Ringwald.

—Me alegra ser de ayuda —mascullé.

Pedro y Valentin se llevaron nuestros abrigos y después nos condujeron hasta la cocina. Valentin cogió cuatro cervezas del frigorífico, le dio una a Rosario y otra a mí. Nos quedamos en la cocina, escuchando a los compañeros de
hermandad de Pedro discutir sobre su última pelea. Las chicas que los acompañaban resultaron ser las mismas rubias tetonas que siguieron a Pedro a la cafetería la primera vez que hablamos.

Lorena era fácil de reconocer. No podía olvidar la mirada que puso cuando Pedro la echó de su regazo por insultar a Rosario. Me observaba con curiosidad y parecía estudiar cada palabra que decía. Sé que estaba intrigada por saber qué me hacía aparentemente irresistible para Pedro, y me descubrí a mí misma esforzándome por demostrárselo. No solté a Pedro ni un momento, añadía ocurrencias inteligentes en los momentos precisos de la conversación y bromeaba con él sobre sus nuevos tatuajes.

—Tío, ¿llevas el nombre de tu chica en la muñeca? ¿Qué demonios se te pasó por la cabeza para hacer eso? —dijo Alberto.

Pedro giró la mano con orgullo para enseñarle mi nombre.

—Estoy loco por ella —dijo él, mirándome con ternura.

—Pero si apenas la conoces —soltó Lorena. No apartó sus ojos de los míos.

—La conozco. —Frunció el entrecejo—. Pensaba que el tatuaje te había asustado. ¿Ahora fardas de él?

Me acerqué para besarle en la mejilla y me encogí de hombros.

—Conforme pasa el tiempo, me gusta más.

Valentin y Rosario se abrieron paso hacia las escaleras que llevaban al sótano y los seguimos, cogidos de la mano. Habían pegado los muebles a las paredes para hacer sitio a una improvisada pista de baile. Justo cuando bajábamos
las escaleras, empezó a sonar una canción lenta.

Pedro no dudó en llevarme hasta el centro; se pegó a mí y me llevó la mano a su pecho.

—Estoy contento de no haber venido a una de estas cosas antes. Es genial haberte traído solo a ti.

Sonreí y apreté la mejilla contra su pecho. Puso la mano sobre la parte inferior de mi espalda, cálida y suave contra mi piel desnuda.

—Este vestido hace que todo el mundo te mire —dijo él. Levanté la mirada,esperando ver una expresión tensa, pero estaba sonriendo—. Supongo que es bastante guay… estar con la chica a la que todo el mundo desea.

Puse los ojos en blanco.

—No me desean. Sienten curiosidad por saber por qué me deseas tú. Y, en cualquier caso, me da pena quien piense que tiene una oportunidad. Estoy irremediable y completamente enamorada de ti.

Una mirada de angustia oscureció su rostro.

—¿Sabes por qué te quiero? No sabía que estaba perdido hasta que me encontraste. No sabía lo solo que me encontraba hasta la primera noche que pasé sin ti en mi casa. Eres lo único que he hecho bien. Eres todo lo que he estado esperando, Paloma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario