TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
viernes, 18 de abril de 2014
CAPITULO 67
El viernes después de clase, Rosario y yo pasamos la tarde en el centro,arreglándonos y mimándonos. Nos hicieron la manicura y la pedicura, nos depilaron con cera el vello que sobraba, nos bronceamos y nos hicimos mechas.
Cuando volvimos al apartamento, todas las superficies estaban cubiertas de ramos de rosas. Rojas, rosas, amarillas y blancas: parecía una floristería.
—¡Oh, Dios mío! —gritó Rosario cuando entró por la puerta.
Valentin miró a su alrededor, orgulloso.
—Fuimos a compraros flores, pero los dos pensamos que un solo ramo no era suficiente.
Abracé a Pedro.
—Chicos sois…, sois increíbles. Gracias.
Me dio una palmadita en la trasero.
—Treinta minutos para irnos a la fiesta, Paloma.
Los chicos se vistieron en la habitación de Pedro, mientras nosotras nos metíamos en nuestros vestidos en la de Valentin. Justo cuando me ponía mis zapatos de tacón plateados, llamaron a la puerta.
—Hora de irse, señoritas —dijo Valentin.
Rosario salió, y Valentin silbó.
—¿Dónde está? —preguntó Pedro.
—Pau está teniendo algunos problemillas con su zapato. Saldrá en un segundo —explicó Rosario.
—¡El suspenso me está matando, Paloma! —gritó Pedro.
Salí de la habitación, colocándome bien el vestido, mientras Pedro estaba de pie delante de mí, con la cara pálida.
Rosario le dio un codazo y él parpadeó.
—¡Joder!
—¿Estás listo para alucinar? —preguntó Rosario.
—No estoy alucinando. Está genial —dijo Pedro.
Sonreí y lentamente me di media vuelta para enseñarle el pronunciado escote de la espalda del vestido.
—Vale, ahora sí estoy alucinando —dijo acercándome y haciéndome girar.
—¿No te gusta? —pregunté.
—Necesitas una chaqueta.
Corrió al perchero y a toda prisa me echó el abrigo por encima de los hombros.
—No puede llevar eso toda la noche, Pepe —dijo Rosario riéndose.
—Estás preciosa, Pau —dijo Valentin como disculpa por el
comportamiento de Pedro. La expresión de Pedro al hablar era de aflicción.
—Desde luego. Estás increíble…, pero no puedes ir así vestida. La falda es…guau… y tus piernas… La falda es demasiado corta y falta la mitad del vestido. ¡Ni siquiera tiene espalda!
No pude contener una sonrisa.
—Está hecho así, Pedro.
—Vosotros dos vivís para torturaros el uno al otro, ¿no? —dijo Valentin con el ceño fruncido.
—¿No tienes otro vestido? —preguntó Pedro.
Bajé la mirada.
—Lo cierto es que es bastante normal por delante. Solo por detrás deja más piel a la vista.
—Paloma —pronunció las siguientes palabras con un gesto de dolor—, no quiero que te enfades, pero no puedo llevarte a la casa de mi hermandad vestida así. Me meteré en una pelea a los cinco minutos.
Me puse de puntillas y lo besé en los labios.
—Tengo fe en ti.
—Esta noche va a ser un desastre —gruñó él.
—No, va a ser genial —dijo Rosario, ofendida.
—Piensa en lo fácil que será quitarlo después —dije, besándolo en el cuello.
—Ese es el problema. Eso mismo pensarán todos los demás chicos.
—Pero tú eres el único que conseguirá comprobarlo. —No respondió y me eché hacia atrás para evaluar la expresión de su cara—. ¿De verdad quieres que me cambie?
Pedro escudriñó mi cara, mi vestido, mis piernas y después soltó una exhalación.
—Da igual lo que te pongas. Estás preciosa. Creo que debería empezar a acostumbrarme ya, ¿no? —Me encogí de hombros y él sacudió la cabeza—. Vale,ya se nos ha hecho tarde. Vámonos.
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