jueves, 5 de junio de 2014

CAPITULO 226



Paula  


Le sonreí a la pantalla del teléfono, al ver que el texto era de Pedro. Hice clic en responder, sabiendo que las palabras no podían expresar lo que estaba sintiendo.   


También te extraño.  


Queda una hora ¿Todavía no estás lista?


Aun no, ¿tú?  


Demonios sí. Me veo jojoto increíble. Cuando me veas no tendrás duda de casarte conmigo.


¿Jojoto?


Jodidamente maldito corrector. ¿Foto?  


¡No¡ ¡Es de mala suerte!  


Eres el trece de la suerte. Tú tienes suerte.  


Vas a casarte conmigo. Así que todavía no está claro. Y no me llames así.


Te amo, nena. 


Te amo. Nos vemos pronto.  


¿Nerviosa?  


Por supuesto, ¿tú no?  


Solo siento los pies fríos. 


Yo los tengo calientitos.



Ojala pudiera explicarte lo feliz que me siento ahora mismo.


No tienes que hacerlo. Yo siento lo mismo. <3


Me senté con el teléfono en el mostrador del baño y me miré en el espejo,terminé de aplicarme brillo en mi labio inferior. 


Después de lanzar un último mechón de cabello hacia atrás, fui a mi cama, donde había colocado cuidadosamente el vestido. No era lo que mi yo de 10 años habría escogido, pero era hermoso, y lo que estábamos haciendo era hermoso. 


Incluso la razón por qué lo estábamos haciendo era hermoso. 

Podía pensar en muchos motivos menos nobles para casarse. Y, además de eso, nos amábamos. ¿Estaba mal casarse tan jóvenes? La gente solía hacer esto todo el tiempo.  


Negué con la cabeza, tratando de sacudirme todas esas emociones en conflicto que giraban en mi cabeza. ¿Por qué voy ahí una y otra vez? Esto sucedía, y estábamos enamorados. ¿Loco? Sí. ¿Mal? No 

Me deslicé en el vestido y luego subí la cremallera, delante del espejo. — Mucho mejor —dije. En la tienda, aunque el vestido era hermoso, sin el cabello arreglado y el maquillaje hecho,  no se veía bien. Con mis labios rojos y las pestañas rizadas, todo se complementaba.


Acomodé la mariposa de diamantes de imitación en la base de los rizos desordenados que formaban mi peinado de lado, abroché mis zapatos nuevos de correas. Cartera. Teléfono. Anillo de Pepe. La capilla tendría todo lo demás. El taxi
estaba esperando.


A pesar de que miles de mujeres se casaban en Las Vegas todos los años, no evitaba que todo el mundo estuviera mirándome mientras caminaba por el piso del casino en mi vestido de novia. Algunos sonrieron, otros simplemente miraban, pero todo me hizo sentir incómoda. Cuando mi padre perdió su último partido como profesional después de cuatro partidos en fila, y anunció públicamente que era mi culpa,  recibí la suficiente atención por lo que durarían dos vidas enteras.

Debido a una cuantas palabras dichas con frustración, él había ideado el apodo de “trece de la suerte” dándome una carga increíble de soportar. Incluso cuando mi madre finalmente decidió dejar a Ruben y mudarnos a Wichita tres años después, volver a empezar de cero parecía imposible.



Disfruté dos semanas enteras siendo una desconocida, antes de que el primer reportero local descubriera quién era y decidiera acercarse a mí, en el jardín delantero de mi escuela secundaria. Sólo hacía falta una chica odiosa, y una hora un viernes en la noche googleando para averiguar porque nadie se preocupó  lo suficiente por tratar de conseguir el encabezado “ Dónde está ahora ”  La segunda parte de mi experiencia en la secundaria se arruinó. Incluso con un mejor amigo bocazas y peleador.


Cuando Rosario y yo nos fuimos a la universidad, quería ser invisible.


Hasta el día que conocí a Pedro,  estaba disfrutando inmensamente de mi anonimato recién estrenado.


Miré hacia todos los ojos que me miraban fijamente, y me pregunté si estar con Pedro siempre me haría sentir tan visible. 

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