sábado, 3 de mayo de 2014

CAPITULO 117



Papá pensó por un minuto, se limpió la nariz con su manga, y luego asintió.

Salió con fuertes pisadas de la habitación, como si estuviera enojado.

Miré a mami, la observé tratando de respirar, y vi a Becky comprobando los números en la caja junto a ella. Toqué la muñeca de mamá. Los ojos de Becky parecían saber algo que yo no, y eso hizo que mi estómago se sintiera enfermo.

—Sabes, Pedro —dijo Becky, inclinándose para que pudiera mirarme a los ojos—, la medicina que le estoy dando a tu mamá la hará dormir, pero a pesar de que está durmiendo, aun puede oírte. Todavía puedes decirle a mami que la amas y que la extrañarás, y ella escuchará todo lo que digas.

Miré a mami, pero rápidamente negué con mi cabeza. —No quiero perderla.

Becky puso su suave y cálida mano en mi hombro, justo como mami solía hacerlo cuando yo estaba enojado. —Tu mamá quiere estar aquí contigo. Quiere mucho eso. Pero Jesús la quiere con él en este momento.

Fruncí el ceño. —Yo la necesito más que Jesús.

Becky sonrió, y luego besó mi coronilla.


Papá tocó en la puerta y la abrió. Mis hermanos se agruparon alrededor de él en el pasillo, y Becky me condujo de la mano para unirme a ellos.

Los ojos de Marcos no dejaron la cama de mami, y Manuel y Nahuel miraron a todos lado, excepto a la cama. Me hizo sentir mejor de alguna manera que todos parecían tan asustados como yo.

Pablo estaba de pie junto a mí, un poco más adelante, como la vez que me protegió cuando jugábamos en el patio delantero y los chicos del vecindario trataron de buscar pelea con Nahuel —No se ve bien —dijo Pablo.

Papá se aclaró la garganta. —Mamá ha estado muy enferma durante mucho tiempo, chicos, y es tiempo para ella... es momento de que ella... —Su voz se fue apagando poco a poco.

Becky ofreció una pequeña y simpática sonrisa. —Su mamá no ha estado comiendo o tomando algo. Su cuerpo se está yendo. Esto será muy difícil, pero es un buen momento para que le digan a su madre que la aman, y la extrañarán, y eso
está bien para que ella se vaya. Necesita saber que eso está bien.

Mis hermanos asintieron al unísono. Todos, excepto yo. No estaba bien. No quería que se fuera. No me importaba si Jesús la quería o no. Ella era mi mami. Él podría tomar a una mami mayor. Una que no tuviera niños pequeños que cuidar.

Traté de recordar todo lo que me dijo. Traté de pegarlo dentro de mi cabeza: Juega.Visita a papá. Pelea por lo que amas. Esa última cosa me molestaba. Amaba a mami, pero no sabía cómo luchar por ella.

Becky se inclinó hacia el oído de mi papá. Él negó con la cabeza, y después asintió hacia mis hermanos. —De acuerdo, chicos. Vamos a decir adiós, y luego tienes que meter a tus hermanos en la cama, Pablo. No necesitan estar aquí para lo demás.

—Sí, señor —dijo Pablo. Sabía que estaba fingiendo una cara valiente. Sus ojos estaban tan tristes como los míos.

Pablo habló con ella por un rato, luego Manuel y Nahuel le susurraron cosas en cada uno de sus oídos. Marcos lloró y la abrazó por mucho tiempo. Todos le dijeron que estaba bien para ella dejarnos. Todos menos yo. Mami no respondió a nada esta vez.

Pablo tiró de mi mano, sacándome de su dormitorio. Caminé hacia atrás hasta que estuvimos en el pasillo. Traté de fingir que ella sólo iba a dormir, pero mi cabeza se puso difusa. 

Pablo me cargó y me llevó por las escaleras. Sus pies subieron más rápido cuando los lamentos de papá llegaron a través de las paredes.

—¿Qué te dijo a ti? —preguntó Pablo, encendiendo el grifo de la bañera.

No respondí. Lo escuché preguntar, y recordé como ella me dijo que lo hiciera, pero mis lágrimas no funcionarían y mi boca tampoco.

Pablo me quitó la camisa sucia por encima de mi cabeza y mis pantalones cortos y luego bajó los calzoncillos entrenadores de Pablo y Tren al suelo. —Es hora de entrar a la bañera, pequeño. —Me levantó del suelo y me sentó en el agua tibia, empapando la esponja y apretándola desde arriba de mi cabeza. No parpadeé. Ni siquiera traté de quitar el agua de mi cara, aun cuando odiaba eso.

—Ayer, mamá me dijo que cuidara de ti y de los gemelos, y de papá. —Pablo cruzó sus manos en el borde de la bañera y apoyó su barbilla sobre ellas,mirándome—. Así que eso es lo que haré, Pepe, ¿de acuerdo? Voy a cuidar de ti.
Así que no te preocupes. Juntos, vamos a extrañar a mamá, pero no estés asustado.Me aseguraré de que todo esté bien. Lo prometo.

Quería asentir, o abrazarlo, pero nada funcionó. A pesar de que debería haber estado luchando por ella, yo estaba en el segundo piso, en una bañera llena de agua, inmóvil como una estatua. Ya la había defraudado. Le prometí en el
fondo de mi cabeza que haría todas las cosas que me había dicho tan pronto como mi cuerpo volviera a funcionar. 

Cuando la tristeza se fuera, siempre jugaría y siempre pelearía. Duro.

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